Es muy parecida a la crema catalana, la hice para una comida familiar y fue un éxito

http://pekandoconeva13.com/2018/05/22/creme-brulee/Hace ya tiempo que le tenía ganas a esta receta, y el otro día paseándome por cookpad y la vi y me decidí a hacerla.Siendo catalana tengo delito que aún no he hecho la crema catalana, dicen que la crème brûlee es muy parecida, de momento tengo la francesa en el blog, próximamente cuando haya pasado un tiempo tengo que hacer la de aquí, jajajja

Un postre clásico. Típico francés Fácilisimo y sencillo de hacer.Viceo: https://youtu.be/d8wR8rZmsW0

Puedes ver la video-receta aqui https://www.youtube.com/watch?v=ckcnlxdFWvQ y seguirla paso a paso.

Aunque parece un postre, esta plato es un entrante que no dejará indiferente a nadie. Se pueden acompañar los vasitos de panecillos normales o con pasas, arándanos...

La creme brulee o crema quemada en español es una crema catalana a la francesa pero sin almidon de maiz y echo con nata en vez de leche, esta es con chocolate blanco, una verdadera delicia.

La creme brulee dicho en frances en español crema quemada y es una crema catalana a la francesa digamos que la crema catalana (http://www.mis-recetas.org/recetas/show/11264-crema-catalana-tradicional-autentica) lleva almidon de maiz y esta echa con leche y la creme brulee no lleva almidon ni harina ninguna y esta echa con nata en vez de con leche una deliciaaa

Desde que descubrí esta receta en un episodio de algún programa de Jamie Oliver la tenía pendiente de preparar pero por unos u otros motivos siempre de quedaba en el tintero. Ayer me decidí a prepararla y...el resultado ha sido espectacular, sabor sorprendente y súper suave y ligero. Se queda entre postres favoritos sin duda.

Una de mis cremas favoritas. Un delicioso sabor que le da de las yemas con un toque a vainilla y una crujiente capa de caramelo.

La Crême brûlée es un postre francés muy similar a la crema catalana que se caracteriza por una capa de crema "quemada" que generalmente se hace quemando una capa fina de azúcar.Es de los postres más ricos que he probado y seguramente de los más sencillos de preparar, servidos en tarrinas individuales hacen que sea todo un placer para los sentidos.

En pocos días, comenzarán a tramitar mis nuevos papeles. Madre mía, treinta años ya junto a mi familia y aún recuerdo cuándo me compraron, azul (como todo en esta casa) y Top Line, porque guapo, soy un rato.Lo aprendí todo de La Diligencia —el primer coche de mi mamá— un fantástico 127 algo costipado que se fue al poco de llegar yo. El jefe, en ese momento, era un forito gaditano muy chulo que tenía el antirrobo siempre activo.Recuerdo, como si fuera ayer, aquellos días en los que llevábamos a la mayor a primaria y poco después nos acercábamos a la guardería, a dejar a la pequeña. Las tardes las pasábamos corriendo de un lado a otro, entre clases de inglés, de alemán, de pintura, de baile o de equitación. Y los fines de semana siempre de turismo, subiendo a los montes más altos y fríos o madrugando para bucear.Años después, la mayor aprendió conmigo a conducir, y me prefirió antes que su coche con matrícula noautonómica. Después de ese —que se fue prontico tras muchos kilómetros recorridos— llegó el más molón de la familia y con él que me llevo estupendamente, con esos 350 CV ahí escondiditos, cualquiera le dice ni mú.Y antes de compartir los días con esa preciosa van (algo pomposa), llegaron juntos el coche de la pequeña, que sabeDios cómo consigue aparcar sólo y la perla de la Cuqui —capricho de todos—.Y aquí estoy, esperando conseguir esa ambiciosa matrícula verde de Histórico, que me va a sentar ni que pintado.#LaVidaDeLasPequeñasCosas

El primero, justo antes de salir. Sentada, en la terraza de la cocina, con mi café con leche bien caliente en las manos; aún totalmente relajada, dejando que mi mirada se pierda en esos colores infinitos que van desde el azul-casi-negro al naranja —cuando está a punto de despuntar el viejo astro— y, con los pensamientos danzando (todavía) libres en la cabeza.El segundo, fue horas más tarde, cuando tome la autopista y en menos de 20 m, ya superaba los 130, después de hacer la compra a contrarreloj, que resultó ser más una aventura de riesgo, que un momento de ocio.El tercero fue absolutamente fantástico, por la tarde, al llegar a casa, y abrazar a todos mis canhijos, mientras cantaba Cohen por toda la casa, y me quitaba —definitivamente— las botas.Y como no hay tres sin cuatro, por la noche me permití entrar en la cocina y trajinar entre fogones, llamando para cancelar la cena que estaba prevista desde la semana pasada, y que sabía que se alargaría hasta horas inauditas.Estos son los placeres de un buen día, que hay que enumerar al acabar la jornada, no vaya a ser que no nos demos cuenta de lo bueno cuando nos roza.