Lo primero es limpiar bien los solomillos de nervios y grasa que pueda tener. Déjalos bien pulidos, siempre con mucho cuidado de no cortarte. Salpiméntalos por todos los lados.

En una cazuela con unas 6 o 7 cucharadas de aceite caliente marca los solomillos hasta que estén dorados por todos los lados. Vete volteándolos para que queden bien sellados.

Ralla una cebolla y rehógala en el mismo aceite en el que marcaste los solomillos. Ralla también los ajos y anádelos a la cebolla.

Después de un par de minutitos echa el vino Pedro Ximénez. Madre mía qué rico el olor que llega… En este momento puedes añadir también el jugo que han soltado los solomillos.

Deja reducir el vino y agrega el caldo de pollo o de verduras, el que tengas. De caldo reserva un poquito para diluir la maicena. Remueve esta harina de maíz bien hasta que no queden grumos y ya la puedes echar a la cazuela. Pasados un par de minutos, cuando vemos que la salsa ya ha espesado la trituramos hasta que quede bien fina y la volvemos a poner a la cazuela.

Corta los solomillos en rodajas de un centímetro, más o menos. Como podrás ver, está súper tierno y aunque se vea un poquito crudo del centro. Cuando juntemos la carne con la salsa en la cazuela se acabará de cocer.

Pon la carne a fuego suave sólo un par de minutos por banda y ya estará listo. Si no lo vas a comer enseguida te aconsejo que lo dejes con la salsa y lo pongas a hacer chup-chup en el momento antes de comer para que no se cueza demasiado y quede seco.

Este plato es auténticamente de fiesta. ¡Pero si no tienes nada que celebrar y te quieres dar un buen homenaje tenlo también presente!