Colocaremos nuestra agua al fuego sin dejarla hervir. Una vez esté caliente retiraremos del fuego y añadiremos el café, con ayuda de una cuchara disolveremos el café en el líquido.

Colocaremos nuestra leche al fuego sin dejarla hervir, una vez esté caliente la retiraremos del fuego y la vaciaremos en un recipiente o una jarrita que sea lo suficientemente honda y con ayuda de un molinillo comenzaremos a espumar. Golpearemos y moveremos en forma circular la jarrita para eliminar el exceso de aire.
Si no se cuenta con molinillo podemos usar una licuadora.

Vaciaremos en nuestra copa o taza la leche asegurándonos de que la espuma quede en la parte superior. Añadiremos de forma cuidadosa el café, de esta forma quedará en la parte de arriba.