Después de una semana algo distraída, entre las obras que no comenzaron, las citas que se aplazaron, las estrellas que se ocultaron, las ceremonias a las que asistimos, los amigos que visitamos y el calor que hizo, por fin llegó la puesta a punto del café semanal.
Al llegar, a uno de nuestros sitios habituales, me encontré a mi anfitriona sola y casi muerta de risa, en la mejor mesa de todas. “¿Qué te hace reír tanto?”. Le pregunté mientras me acomodaba a su lado. “Cuando llegué, la señora que estaba sentada en la barra, le decía a su acompañante: tienes más pelo que ingenio”. “Y, ¿es gracioso?”—le dije extrañada—. “El hombre era completamente calvo”. Por poco me atraganto. Por fortuna, en ese momento llegaba el resto del grupo, por lo que pude recomponerme con tranquilidad.
La tarde continuó, y las charlas se superpusieron (como es habitual); a mi derecha, reflexionaban sobre nuestra cualidad de ser humano que tras haber construido tantos diques para contener nuestros impulsos, tras haber aprendido tantos formalismos y protocolos para sentirnos seguros y ordenado tanto las fronteras, hemos terminado por confundir el juego con las reglas. “De todos modos, lo importante en la vida es jugar bien las cartas que se tienen, no esperar a las que nos gustaría tener"— concluí—.

#mycoffeetime