En primer lugar vamos a preparar la masa, para ello ponemos en un bol grande la levadura desmenuzada y el agua templada y removemos con una cuchara hasta que se haya diluido.

Añadir la sal y el aceite y remover.

Pasado el tiempo preparamos un bol con agua para humedecernos los dedos ya que debemos doblar en forma de sobre la masa y así no se nos pegará tanto a las manos. Doblamos cuatro veces intentando estirar la masa desde el extremo hacia el centro. Al principio no es muy elástica pero luego va ganando elasticidad. Tapamos y dejamos reposar otros 20 minutos.

Volvemos a humedecernos las manos y doblamos 4 veces. Igual que la vez anterior. Tapar y reposar otros 20 minutos.

Volvemos a doblar otra vez pero esta vez la vamos a pasar a otro recipiente limpio y untado con aceite de oliva. Veréis que en este punto la masa ya es mucho más elástica que al principio. Lo tapamos y reservamos en la nevera 24-48 horas.

Sacamos nuestra masa de la nevera y la volcamos sobre la bandeja de horno.

Nos untamos con aceite las manos y vamos a ir estirando la masa hacia los extremos hundiendo los dedos en la masa procurando no deshincharla demasiado.

Mientras vamos a batir con ayuda de un tenedor dos cucharadas de aceite y dos cucharadas de agua. Lo emulsionamos.

Introducimos en el horno y bajamos la temperatura a 230 grados, pero esta vez con calor de arriba y abajo.