#Salseamos
La primera vez que probé hummus fue por casualidad en un bar sirio cerca de casa de mis padres hace ya unos 35 años.
Me lo sirvieron en una tartera de barro un señor mayor que al sujetarla metía en ella con total naturalidad su dedo gordo. Me acuerdo de la imagen de esa tartera (como la de mi foto) y también de la de ese dedo, con su uña negra, pero sobre todo me acuerdo de lo bueno que estaba.
Era, y es, un sitio cutre con apariencia de haber vivido otros tiempos mejores en otras manos distintas, y un local distinto a su vez a todo lo que había visto hasta entonces en las tardes de sábado cuando íbamos de vinos con los amigos.
El sitio estaba siempre medio vacío pero llamaba la atención desde la calle por un delicioso olor y por los dos grandes rulos de carne que giraban ante los ojos de los transeúntes.
Por eso también allí descubrí mis primeros kebabs observando con curiosidad mientras la carne giraba, se asaba, la cortaban y adherezaban con ensalada y salsa en un extraño pan redondo.
Fue mi primer restaurante sirio en una calle cutre, con gente cutre, rodeado de clubs cutres de prostitución.
Así era y así sigue siendo ese bar y esta parte de mi barrio. La única diferencia quizás es que, como el resto del barrio, esa zona cada vez está más vacía.

He intentado meter el dedo gordo en la tartera emulando aquella imagen de hace años y afortunadamente me he dado cuenta de que no es lo mismo 😅