(ε) —Diario de mi Yorky—
La verdad es que la vida de casada, no me está sentando nada mal.
Os cuento cómo fue mi gran día: amanecí algo nerviosa, pero tan pronto vi que se ponían en la cocina y preparaban la gran mesa de la bodega, me tranquilicé. Reconozco que se ensañaron algo con el cepillo y la colonia, pero mereció la pena cuando me pusieron las perlitas; con lo que no pude fue con el velo. ¡Vamos a ver! ¿Qué necesidad tenía yo de que fuese tan largo? ¡Me lo pisaba! Además de los tirones que me daba. ¡Qué sí! Qué estuvo muy bonito y me quedó muy bien, no digo yo que no; pero creo que con la mitad de la mitad, hubiera estado comodísima; mejor dicho, sin velo, hubiera estado fenomenal. Pero bueno, no me quejo más, que mi mamá dice que soy una exagerada.
Justo antes de sentarnos a comer, tocó la sesión de fotos —hecho que nunca me ha gustado—. ¿Porqué es necesario hacer mil fotos en la misma posición y con la misma carita? ¡Haced una bien y, ya está! (Creo que al final va a tener razón mi madre, menos mal que las fotos quedaron perfectas).
¿Por dónde iba?
En fin, todos los invitados vinieron con algo rosa —sino llega a ser así, tenía intención de echarlos—, y tengo que decir que estábamos todos: guapísimos.
El banquete fueron palabras mayores. Los bípedos tuvieron como plato principal este risotto (buenísimo, por cierto —probé un poco—); los peludos, nos hinchamos a pava bien finita; fijaos si había comida, que no pude terminarme mi ración.

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