A continuación, picamos lo más fino posible el diente de ajo y lo añadimos por encima a las mitades de calabacín.

Seguidamente, cortamos las guindillas por la mitad, le quitamos las semillas, las picadas muy finas por separado y se lo añadimos a los calabacines por encima como se puede observar en la foto correspondiente.

A continuación, los guardamos en el frigorífico y los dejamos marinar en crudo durante treinta minutos. Con esto vamos a conseguir que suelten parte del agua que contienen gracias a la sal y de esta forma se no asan antes.

Pasados los treinta minutos, cogemos una fuente grande, le añadimos un buen chorro de aceite de oliva virgen extra en el fondo de la fuente y con una brocha pincelamos todo el fondo.

A continuación, cogemos los calabacines y los colocamos en el fondo de la fuente con la parte de los ingredientes hacia abajo. De esta forma, se van cocinando los ingredientes frescos y al mismo tiempo, los calabacines absorben todos los aromas de los ingredientes que le hemos añadido.

Seguidamente, cogemos una puntilla y le damos unos Cortes en la parte de arriba y le picamos sal por encima con generosidad.

A continuación, le añadimos un buen chorro de aceite de oliva virgen extra con generosidad.

Con el horno ya precalentado a 200°C según mi horno, los dejamos hornear durante treinta minutos con el calor arriba y abajo. Este tiempo depende del tipo de horno que tengamos.

Pasados los treinta minutos de horneado, retiramos la fuente del horno.

A continuación, le damos la vuelta por el otro lado y le añadimos un buen chorro de aceite de oliva virgen extra.

Seguidamente, volvemos a meter la fuente en horno, reprogramamos el horno a 180°C, y dejamos hornear durante dieciocho minutos con el calor del horno arriba y abajo para obtener una textura al dente. Si los queremos más hechos los dejamos veinticinco minutos.

Pasados los dieciocho minutos, retiramos la fuente de horno y listo.