Para hace la masa utilizamos la medida de la cáscara de un huevo.

Cogemos el huevo, lo rompemos un poco solo por la parte superior y lo ponemos en un bol.

Utilizaremos esa cáscara de huevo para utilizarla como medida de la cantidad de anís y aceite. Medio huevo de cada.

Los añadimos al bol donde tenemos el huevo, añadimos la ralladura de limón y el azúcar. Batimos bien.

Ahora se trata de ir añadiendo harina al bol y vamos mezclando. En la primera tanda de harina añadimos también el bicarbonato. Se pegará mucho a las manos, pero es normal. Vamos quitando de los dedos a medida que vamos añadiendo más harina.

La pregunta es, ¿hasta cuando? Mi madre me dice, "hasta que la masa admita". En una receta queda un poco raro poner esto, jajaja. Bueno, la idea es poner harina poco a poco hasta que la masa sea homogénea y no se nos pegue a las manos.

Una vez tengamos la masa hecha, en un cazo vamos a calentar abundante aceite de girasol.

Nos untamos las manos con aceite y vamos formando los roscos. Cogemos una porción de masa, formamos un cilindro y unimos los extremos.

Los vamos friendo por tandas hasta que estén doraditos. Tiene que estar a temperatura media para que se hagan buen por dentro sin quemarse por fuera.

Los vamos poniendo en una bandeja con papel absorbente.

Luego, mientras estén aún calientes, añadimos la miel por encima.

Riquisimoooooos!!