Masa

Mezclamos la harina con la sal y la mantequilla muy muy fría a daditos. Vamos incorporando con las manos deshaciendo la mantequilla con la harina, sin amasar. Nos deberá quedar como una textura arenosa.

Luego hacemos un hueco en el medio y ponemos la leche y la yema. Vamos incorporando, pero si amasar, se trata de juntar los ingredientes pero sin amasado.

Una vez lo tengamos homogénea, la envolvemos en papel film y la metemos a la nevera 1 hora.

Montaje

Cortamos los tomates por la mitad.

En una sartén o cazo (si tenéis que se pueda meter al horno mejor, así se hace todo directamente) pones a derretir una nuez de mantequilla y una cucharada de postre de azúcar y una de café de ajo en polvo.

Una vez tengamos una especie de caramelo lo ponemos en el molde por toda la superficie, espolvoreamos un poco de orégano (o la hierba aromática que os guste más) y disponemos los tomates con el corte sobre el caramelo.

Estiramos la masa fina y la ponemos por encima de los tomates remetiendo por los bordes un poco.

Ponemos al horno precalentado a 180° hasta que esté doradita.

Dejamos que se enfríe muy bien y guardamos tapado en la nevera unas horas para que coja consistencia.

A la hora de servir, ponemos un plato sobre la masa y le damos la vuelta. Seguramente habrá que darle con un soplete suave por toda la superficie para que se despegue y caiga sobre el plato. Si no tenéis soplete, lo ponemos en el fogón de la cocina unos segundos sin quemarnos y luego volteamos en el plato.

Podemos añadir un poco más de orégano o la hierba aromática utilizada o una quenelle de queso crema o gorgonzola para emplatar.