En un bol grande mezclamos batimos los huevos a temperatura ambiente de 1 en 1 con una pizca de sal.

Cuando obtengamos una mezcla blanquecina y haya duplicado su tamaño, añadimos el azúcar, la ralladura de limón y el coco rallado. Batimos bien la mezcla hasta que veamos que está completamente homogénea. Yo he batido a velocidad media alta con las varillas eléctricas durante 10 minutos para que la mezcla cogiera bastante aire, esto hará que las magdalenas queden esponjosas.

A continuación, añadimos la nata, el zumo de limón y el aceite. He utilizado aceite de girasol en lugar del de oliva porque aporta un sabor mucho menos invasivo a las masa. Batimos durante 4 minuto más.

Añadimos los sobres de gaseosa, batimos bien. Comenzaremos a ver que salen burbujitas a la mezcla. (¡Genial, tiene bastante aire!)

Volcamos la harina a la mezcla ya tamizada e integramos con una espátula sin batir en exceso (realizando movimientos envolventes), lo justo para que queden integrados. Guardamos la mezcla en el frigo durante unos 50 minutos.

Pasados los 50 minutos en nevera, precalentamos el horno a 220º C, vamos rellenando las cápsulas de papel para magdalenas. Las colocamos en los huecos de la bandeja para magdalenas y rellenamos cada uno de los moldes dejando libres 1/3 de su altura.

Espolvoreamos con azúcar y metemos en el horno. Cocinamos a 200º C durante 10 minutos y bajamos la temperatura a 180º C durante 4 o 5 minutos más. Comprobamos que las magdalenas estén listas pinchándolas con un palito y comprobando que este salga limpio. Una vez que tenemos las magdalenas listas las dejamos enfriar sobre una rejilla antes de rellenarlas.

Para rellenar las magdalenas, rellenamos la jeringa hasta la mitad de leche condensada y vamos rellenando las magdalenas de 1 en 1 con cuidado de no aplastarlas.