Lo primero es arreglar la papaya. Pelamos y cortamos por la mitad y con ayuda de una cuchara vaciamos las pepitas. Quitamos las partes "feas" que quedan como resultado de golpes y "picaduras". Si habéis usado una papaya fresca nueva, podéis limpiar la otra mitad y cortarla para guardarla en el congelador.

Así os aguanta más y la podéis usar para batidos o helados y os ahorráis la parte de tener que volver limpiarla. Si no basta con envolver en papel film y meter en la nevera, aunque ojo que así aguanta menos. Podéis echarle un poco de jugo de limón o jengibre para que no se oxide tanto.

Pelamos el plátano y lo añadimos junto con la papaya al vaso de la batidora. Podéis usar algún plátano al que le quede poco para "jubilarse" de ese modo evitáis echarlo a perder, aunque también se pueden aprovechar para hacer galletas 😍

Exprimimos las naranjas, en mi caso eran medianas y una un poco pequeña por eso utilicé tres. La cantidad de zumo debe ser aproximadamente casi 2 vasos. A mi no me gusta tirar la pulpa, se la suelo echar al batido o a galletas de plátano y avena. De esa forma no perdemos la fibra de la naranja y le confiere cierta propiedad extra que hace que los azúcares se absorban más lentamente.

Batimos bien toda la mezcla hasta que queda homogénea y comprobamos que la textura está a nuestro gusto. A mi no me gusta echar agua para suavizar la textura porque diluye el sabor de la fruta, de modo que si veo que le falta líquido exprimo otra naranja. Podéis añadir un toque de canela o limón, con el limón si las naranjas son demasiado dulces le da un punto cítrico que a mi me encanta.

A darle caña a la semana!!