Después de 48 horas macerando en aceite de oliva con especias ya podemos disfrutar de esta maravilla casera con la bebida o refresco que más te apetezca. Rociamos el pan tostado con un poco de aceite de la maceración. Colocamos encima la bola de queso, la aplastamos un poquito, rociamos con el aceite aromatizado y espolvoreamos por encima polvo de diente de león.

Empezamos haciendo el queso, esta vez la leche es fresca y con un porcentaje del 36% de materia grasa. Con la leche en el cazo añadimos 5 cucharadas de leche en polvo y removemos con las varillas, agregamos el cloruro cálcico y cuajo en líquido de cardo mariano y sal. Removemos y calentamos a baja temp sin dejar que llegue a 40°C. Lo tapamos y dejaremos en el horno apagado en una hora más o menos se habrá cortado.

Con un cuchillo haremos una cruz a las que seguirán unas líneas transversales y paralelas a las otras, dejaremos que el suero suba y baje el queso. Filtramos el queso del suero y con una cuchara y las manos limpias cogemos porciones y haremos bolitas más o menos del mismo tamaño tenemos que apretarlas un poco para escurrir el suero pero sin pasarnos. Las colocamos en una tartera o tarro alto espolvoreamos la sal y todas las especias.

Solo nos queda disfrutarlo en buena compañía en mi caso la de mi hijo. A él le encantó el sabor, quedó genial. Y como anécdota me dijo que él conocía cuevas por sí quería hacer quesos curados, me hizo gracia.