Hace ya bastante tiempo leí un libro, que tenía frases, que parecía que las habían escrito para mí. Comenzaba así:

"Con el paso del tiempo he comprendido que no hay secretos más difíciles de guardar que los propios, porque estos, a pesar de creerlos controlados, saben cómo ir atravesando las grietas de nuestra conciencia. Los ajenos, en cambio, basta con abandonarlos en cualquier rincón de la mente y allí ellos mismos se van olvidando […] los propios te persiguen en cada pensamiento" (Eloy Moreno, Lo que encontré bajo el sofá).

Y es cierto, todos tenemos cosas que guardar. TODOS. Sólo que algunos se meten en la caja del olvido y les echamos la llave, y otros están siempre presentes en nuestra mente —a cada paso que damos, y que por más que queremos pasar página, no se puede—. Ya intentaron trasmitírnoslo los griegos, con la caja de Pandora, y es que hay puertas que nunca hay que abrir, porque sabemos, que luego no va a haber forma de cerrarlas, pero aún así, un día, nos saltamos nuestras propias reglas… y la abrimos.

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