Estaba pasando la mañana leyendo esa novela que empieza con el tan reconocible: "Todos los niños—excepto uno— crecen" cuando me lanzaron la pregunta: "¿Puedo pedirte un consejo?". Apague el libro —que raro suena eso de apagar un libro —y contesté: "Tengo magníficas respuestas para preguntas que nunca se me han hecho".“Creo que no todos los vientos merecen un vuelo; pero no me quiero conformar con ser página, quiero ser libro” me murmuraron mirándome a los ojos. Mientras me levantaba para poner el juego de té en la mesa, y el agua a calentar, respondí que el pensamiento
positivo no es esperar que en cada momento pase lo mejor, sino que es aceptar que, sea lo que sea lo que está pasando en este momento, es lo mejor. Me acorde de que Cohen decía que en todo hay una grieta, que es por donde entra la luz, y que la teoría del iceberg es correcta, ya que aunque a simple vista sólo vemos la superficie, hay mucho más oculto —y seguramente, más interesante— de lo que está ante nuestros ojos. “¿Cuántas preguntas puedes contestar inteligentemente?” preguntó mientras soplaba sobre su té hirviendo, “Hazme una inteligente y veremos”,“Dudo ya del amor eterno desde que noté que a la famosa frase ‘y fueron felices para siempre’ le falta la palabra juntos…”. “Eres un libro de una única página, la luz ya entra a raudales, has buceado hasta lo más profundo, y disfrutas de cada momento, sea éste como sea” repliqué mientras sonreía tras mi taza.

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