Lubina a la plancha

Hoy volvió a ser uno de esos típicos días de mayo —por esta esquinita de la Península—, con un sol que calienta y un viento helado. En el lado sol era verano, en la acera sombra: invierno.
Y caminando por el verano, oí de nuevo una frase que ya me hizo el día: dos mujeres que se acercaban a los cincuenta pero que no querían dejar los treinta atrás, charlaban animadamente esperando a que se pusiera verde su semáforo (y cruzar así al invierno) y, la pelirroja le decía a la que no cogía un peine desde la adolescencia: la repetición armónica de un sonido produce música, y la repetición armónica de un deseo produce milagros. Sonreí ya que no era la primera vez que lo oía y, además soy una creyente de este mantra.
Seguí andando por el verano, mientras intentaba que mi teléfono inteligente no me ganara la batalla, cuando oí a una mujer de pelo blanco que paseaba con ayuda de un andador, darle las gracias a su marido porque nunca, ni por un sólo segundo, le permitió ser una intérprete secundaria de su propia vida…. Y seguí mi camino, por el verano, con una sonrisa enorme tras mi mascarilla.
(Sumamos esta receta a la categoría azul 💙 —pescados— del reto por colores: ¿Al horno o a la plancha?).
Lubina a la plancha
Hoy volvió a ser uno de esos típicos días de mayo —por esta esquinita de la Península—, con un sol que calienta y un viento helado. En el lado sol era verano, en la acera sombra: invierno.
Y caminando por el verano, oí de nuevo una frase que ya me hizo el día: dos mujeres que se acercaban a los cincuenta pero que no querían dejar los treinta atrás, charlaban animadamente esperando a que se pusiera verde su semáforo (y cruzar así al invierno) y, la pelirroja le decía a la que no cogía un peine desde la adolescencia: la repetición armónica de un sonido produce música, y la repetición armónica de un deseo produce milagros. Sonreí ya que no era la primera vez que lo oía y, además soy una creyente de este mantra.
Seguí andando por el verano, mientras intentaba que mi teléfono inteligente no me ganara la batalla, cuando oí a una mujer de pelo blanco que paseaba con ayuda de un andador, darle las gracias a su marido porque nunca, ni por un sólo segundo, le permitió ser una intérprete secundaria de su propia vida…. Y seguí mi camino, por el verano, con una sonrisa enorme tras mi mascarilla.
(Sumamos esta receta a la categoría azul 💙 —pescados— del reto por colores: ¿Al horno o a la plancha?).
Paso a paso
- 1
Cortamos las patatas en rodajas gruesas y las ponemos en la olla exprés, las cubrimos con agua caliente y agregamos sal y el laurel.
Cerramos la olla, la ponemos al fuego a máxima potencia, y en cuanto comience a sonar, la retiramos. Escurrimos y reservamos. - 2
Ponemos la plancha a calentar, cuando esté caliente pincelamos con un poco de aceite. Colocamos las lubinas con la parte abierta hacia abajo y las rociamos con el aceite, las cocinamos unos 4 minutos y, le damos la vuelta. Ponemos más aceite y un poco de sal y, dejamos que se terminen de cocinar.
- 3
Retiramos las lubinas y las servimos con las patatas.
- 4
A disfrutar!
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