(Ι) —Diario de mi Yorky—

Desde la última vez que me senté a escribir aquí, me ha pasado de todo. Para empezar, sufrí un atentado en mi propio jardín. Sí, como lo oís (bueno, leéis). Yo casi no me lo creo y fui la víctima, si es que no se puede ir tranquila por la vida.
Os resumo: salía yo al jardín al atardecer, cuando de repente me atacaron, fue un visto y no visto —ni mi mamá fue capaz de descubrir al culpable (o a los culpables)— y yo me defendí con uñas y dientes, pero me hirieron. Al principio ni yo misma me di cuenta, pero a los pocos minutos ya no podía abrir uno de mis ojitos y, entramos en pánico mi mamá y yo —ella más—. Después de pasar una noche malísima, me llevaron a la veterinaria y, tras unas pruebas (que me pusieron de los nervios), salí con el diagnóstico: laceración severa en la córnea. Me recetaron de todo: gotitas, pomada, pastillita…De todo! Me fui encantada, aunque con el ojo cerrado. Al llegar a casa, mi padre me llamó: “piratilla” y, me aseguró que me conseguiría un parche. Me indigné tanto que no comí nada el resto del día.
Y así pase una semana con la bromita, hasta la revisión, que si cabe, fue peor que la consulta. Resulta que la pupila se había dilatado y parecía que tenía la córnea flexionada… Susto en mayúscula! Hablaban de una operación. Las bromas cesaron al instante, pero mi indignación por el atentado y los resultados no.
Por fortuna, ahora mismo estoy estupenda.

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