En toda mi vida, los coches que he tenido, se pueden contar con los dedos de las manos (motos a parte). Y justamente hoy, hemos comprado uno nuevo en rojo, pero hemos tenido que dejar la nuestra azul.
Es una sensación extraña, es el segundo vehículo que entregamos —los anteriores coches, no sólo nos dieron sus mejores momentos, sino que hasta sus últimos suspiros—; y, el hecho de dejarla, despojada de todo lo que la hacía nuestra, me da la sensación de desasosiego y abandono.
La compramos hace casi 7 años, después de estudiarnos el mercado a fondo, contrastar ofertas y modelos, y elegirla con mimo. Durante este tiempo compartido, hubo muchos momentos de dicha, pero últimamente raro era que no se encendiera un piloto, apareciera un ruidito extraño, o simplemente tuviéramos que llamar al mecánico, porque no sabíamos cómo actuar. Es por eso que pasamos a llamarla: Morlaca, en lugar de Pomposa —mote puesto por mi hermana, cuando vio la cantidad de botoncitos y pijoterias que tenía—.
El nuevo coche también ha sido fruto de un largo estudio, de comparar modelos, marcas y pedir opiniones de expertos. El tiempo de entrega es largo —aunque, seguramente se acortará— pero por fortuna, se acerca el buen tiempo, así que las motos tendrán la opción de salir más, y nuestros coches más “vintage” volverán a lucirse por las carreteras y a hacer más kilómetros que los mínimos necesarios para calentar el motor y aprobar la siguiente ITV.
Bye bye Pomposa!

—SEMANA7—
#DelantalCookpad2025