Sí, lo reconozco, nunca he sido muy fan de Star Wars, eso de empezar una historia de seis capítulos por el cuarto y, terminarla en el tercero ya es friki de por sí —quizá no había dinero para hacer las tres primeras, qué se yo—.
Pero quién puede decir que no reconoce esas letritas de rigor del comienzo —tan clásicas de esta saga—y, a continuación, ese contrapicado de una nave chiquitita perseguida y bombardeada por una especie de transatlático espacial que parece no tener fin. O quién no se sabe el nombre de la que parece, en esa primera-cuarta película, como una Virgen María con un peinado de ensaimadas en la cabeza, del que parece estar pidiendo continuamente Ventolin, del Yorkshire gigante políglota que no se le entiende nada o de la aspiradora grande y del androide que están continuamente discutiendo.
Sí, puedo llegar a reconocer que puede que quizá, no le pongáis cara a Obi-Wan Kenobi o a Boba Fett, si no se tiene la plataforma del Castillo reluciente.
Pero desde luego, todos hemos imitado, en más de una ocasión, a Yoda y su extraña construcción gramatical o hemos mirado a alguien cómo Grogu mira a su Mandaloriano….
¡Que sí! Ya sé que después de leer esto, pensaréis que soy una fan (bastante) absoluta ….. pero no, de verdad soy sincera, no soy ninguna hooligan, pero me gusta estar bien informada.
¡Larga, vida y prosperidad! (Ups! ¡Qué ésta es de otra!).

(Sumamos esta receta a la temática: Revista Cookpad Septiembre)

#DelantalGlobal2024 + #RevistaCookpad