Lavamos las papas muy bien (yo utilizo un cepillo suave para dejarles la piel bien limpia, pues no se pela para comerla). Ponemos un caldero con la sal.

Movemos el caldero para que la sal se distribuya por todas las papas. Añadimos el agua sin que llegue a cubrirlas del todo.

Ponemos al fuego fuerte hasta que rompa a hervir el agua, en ese momento bajamos la fuerza y las cocemos a fuego medio bajo. Siempre hay que taparlas para cocerlas bien y que se vayan arrugando.

Comprobamos con un palillo que ya estén cocidas. Destaparemos con cuidado, eliminamos el agua que quede en el caldero y nos quedamos con la sal y las papas que ya vemos cómo están arrugadas, pero necesitan secarse.

Volvemos a poner de nuevo el caldero a fuego bajo pero sin tapar. De esta forma las papas se secan, la sal también y empiezan a coger ese tono blanco tan característico. No dejar de mover el caldero en círculos y de arriba a abajo, para que se sequen bien por todos lados y no se vayan a quemar. Esta operación tardará unos breves minutos. Ni se os ocurra mover las papas con una cuchara, todo el proceso es a base de movimientos. Ahora, las vamos sacando, ya que si las dejamos dentro,

Las iremos colocando sobre un paño o una fuente con papel de cocina si no las vamos a comer al momento, sin que se rocen unas con otras. Las tapamos con un paño. Listas para servir