En primer lugar, empezaremos batiendo en un bol 1 huevo, la leche y la vainilla.

En un recipiente aparte (y grande) pondremos la harina, el azúcar, la levadura y la sal, con cuidado de que esta última no toque la levadura.
Haciendo un pequeño volcán en la harina, verteremos la mezcla de líquidos en el centro y lo mezclaremos todo bien.

Una vez estén integrados los ingredientes, añadiremos la mantequilla a temperatura ambiente y seguiremos amasando durante un buen rato hasta conseguir una masa homogénea y no demasiado pegajosa.

Una vez la masa esté lista haremos una bolita y la dejaremos reposar en un recipiente enfilmado hasta que doble su tamaño. En mi caso fueron unas 3h y media.

Pasado el tiempo de espera, sacaremos la masa del bol con cuidado de no aplastarla mucho y hacemos un agujero en el centro dándole la forma de roscón.
Lo pondremos sobre la bandeja del horno con un papel vegetal o de aluminio y lo volveremos a tapar con film un par de horas más.

Pasado ese tiempo, mientras el horno se precalienta a 180ºC, batiremos el otro huevo con una cucharada de leche. Con esta mezcla pintaremos el roscón y lo decoraremos con lo que más nos guste, como fruta confitada, almendras y azúcar perlado (lo más común), en mi caso he querido probar algo diferente.

Lo hornearemos durante unos 25 minutos o hasta que coja un color doradito y lo dejaremos enfriar.

Una vez esté totalmente frío lo podremos abrir por la mitad para rellenarlo.

Mientras el roscón se va enfriando haremos la nata del relleno. En un recipiente pondremos la nata bien fría y el azúcar. Con ayuda de unas varillas la montaremos, la pasaremos a una manga pastelera y rellenaremos el roscón. Por último lo pondremos en un plato o bandeja y… a disfrutar!