Machacar 3/4 del paquete de galletas. Las galletas, las más baratas y sencillas que encontréis.

Una vez machacado y que sea como una harina, derretir la mantequilla y añadir a las galletas. Remover hasta mezclar bien todo.

Preparar un molde apto para horno (yo uso el de bizcochos de toda la vida para poder desmoldarlo fácilmente). Forrarlo con papel de aluminio para que luego no hayan fugas de líquido.

Volcar la mezcla de galletas con mantequilla en el molde para hacer la base de nuestra tarta. Aplastar hasta que la base quede compacta.

Meter en el congelador para que la base se solidifique bien y cuando añadamos la mezcla de queso encima quede bien diferenciada la base. Yo lo dejo toda la noche.

Si habéis sido previsores seguir los pasos de tiempos de reposo en nevera y congelador, sino no pasa nada o dejar menos tiempo.

Poner las claras a punto de nieve y añadir con cuidado a la mezcla. Mejor mezclarlas con las varillas manuales para ir integrando las claras a la otra masa poco a poco para que no pierda la textura de punto de nieve.

Tapar con film y guardar en la nevera toda la noche.

Por la mañana precalentar el horno a 180° C.

Sacar la base del congelador y la masa de quesos de la nevera. Incorporar la mezcla de quesos sobre la base de galleta con cuidado.

Meter en el horno 40 minutos aproximadamente.

Dejar enfriar. Si podéis esperar un día más a comer el pastel, el primer día está rico, pero si esperáis 1 día más está mucho mejor. Yo lo empecé a hacer viernes tarde, el sábado lo horneé y para comer el domingo. Yo lo como tal cual pero podéis acompañarlo de mermelada de arándanos o de fresa.