Morcilla leonesa

Aquí estoy de nuevo, entre viejos conocidos, con luz indirecta y, recordando lo acontecido.
Sí, el primero, me subrayó tres párrafos y en la página 37, me hizo unas anotaciones —estoy de acuerdo con él—; cada vez que me cerraba, leía la dedicatoria, pero murió. Me trasladaron de aquella estantería donde tantos años de buenos ratos pasé con otros como yo y, terminé con alguno de ellos en la pila colocada al lado del contenedor de basura; pero alguien se acercó y me hojeó, y por mi dedicatoria, me llevó a su casa.
Este segundo se acostumbró a doblar las esquinas de mis hojas cada vez que pausaba la lectura y, un día me metió en una mochila y no vi nada hasta que asomé ante un señor que me escrutó de arriba a abajo y, tras leer mi dedicatoria me posó en otro estante, donde mis congéneres no duraban mucho (lo llaman librería de segunda mano).
Hace unos meses fui el elegido y la tercera me abrió en plena calle —cuánto bullicio—, tras leer mi dedicatoria, sonrió. Ella me tiene hecho un pimpollo, lleno de notas adhesivas de colores, pero en este nuevo hogar es lo normal, así que me siento integrado con mis colegas carnavalescos. Disculpen mi poca humildad, pero debo ser un fuera de serie, pues seré mencionado en la tesina. Mi tercera y última lectora, lee mi dedicatoria y cerrándome con cuidado me posa en la estantería definitiva.
“Para ti, que nunca nada fue suficiente”.
Morcilla leonesa
Aquí estoy de nuevo, entre viejos conocidos, con luz indirecta y, recordando lo acontecido.
Sí, el primero, me subrayó tres párrafos y en la página 37, me hizo unas anotaciones —estoy de acuerdo con él—; cada vez que me cerraba, leía la dedicatoria, pero murió. Me trasladaron de aquella estantería donde tantos años de buenos ratos pasé con otros como yo y, terminé con alguno de ellos en la pila colocada al lado del contenedor de basura; pero alguien se acercó y me hojeó, y por mi dedicatoria, me llevó a su casa.
Este segundo se acostumbró a doblar las esquinas de mis hojas cada vez que pausaba la lectura y, un día me metió en una mochila y no vi nada hasta que asomé ante un señor que me escrutó de arriba a abajo y, tras leer mi dedicatoria me posó en otro estante, donde mis congéneres no duraban mucho (lo llaman librería de segunda mano).
Hace unos meses fui el elegido y la tercera me abrió en plena calle —cuánto bullicio—, tras leer mi dedicatoria, sonrió. Ella me tiene hecho un pimpollo, lleno de notas adhesivas de colores, pero en este nuevo hogar es lo normal, así que me siento integrado con mis colegas carnavalescos. Disculpen mi poca humildad, pero debo ser un fuera de serie, pues seré mencionado en la tesina. Mi tercera y última lectora, lee mi dedicatoria y cerrándome con cuidado me posa en la estantería definitiva.
“Para ti, que nunca nada fue suficiente”.
Paso a paso
- 1
En una sartén un poquito de aceite, ponemos la morcilla sin la tripa.
Con ayuda de una espátula y del propio calor, la morcilla se irá desmoronando.
Cocinamos unos 2-3 minutos y servimos con una tostas. - 2
A disfrutar!
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