En primer lugar ponemos aceite de oliva virgen en la cazuela y doramos las albóndigas preparadas con pan rallado. Las reservamos.

A continuación hacemos un sofrito con la cebolla muy bien troceada, el pimiento y el tomate cortado en pequeños dados. Rehogamos unos minutos y añadimos los dientes de ajo cortados lo más pequeños que podamos. Para ello echamos otro chorreón de aceite de oliva. Entonces ponemos las albóndigas de nuevo en la cazuela, cubrimos con agua y añadimos el vino, los guisantes y la pastilla de caldo. Ponemos el colorante, salpimentamos y dejamos cocinar hasta que reduzca el caldo y la carne esté tierna.

Mientras dejamos que el guiso reduzca le agregamos la harina tamizada poco a poco para espesar la salsa. Dejamos cocinar unos 25 minutos a fuego medio. Para la guarnición freímos tres patatas medianas cortadas en bastoncitos para que queden muy crujientes.

Una vez que observemos que el guiso no necesita más agua, que ha reducido correctamente y que la carne de nuestras albóndigas está en su punto, ya podemos apartarlas del fuego y dejarlas reposar unos cinco minutos mientras terminamos de freír las patatas.

Ya sólo nos queda servirlo en fuentes diferentes, para que no pierdan el crujiente las patatas mezclándose con la salsita. Y ya podemos disfrutar de un guiso con carne de ave con muchas verduras, una opción siempre acertada tanto en verano como en invierno, y con o sin patatas fritas, un pequeño capricho que de vez en cuando podemos permitirnos. ¡Buen provecho!