Como ya os he explicado recientemente, siempre he tenido problema para dormir, y pensando en ello esta última semana, creo que he descubierto el motivo. Herr Freud estaría orgulloso de mí, por haber encontrado una explicación aunque esta no le gustaría.
Creo sinceramente que mi fobia hacia el sueño se acrecentó cuando mi preocupada y abnegada madre me compró, en un intento desesperado para que su pequeñita durmiera por las noches: el Gusiluz. ¿Os acordáis de él? Era un gusano que se le encendía la cabeza y le daba vueltas, dejando ver dos caras —aún está escondido por casa, para asustarme en el momento más inesperado—. Pero vayamos por partes, ¿¡a quién se le ocurrió la genial idea de hacer dormir a un niño pequeño con un insecto cuya cabeza se iluminaba y retorcía?
Recuerdo que tras una semana de susto constante, mi madre decidió que el susodicho gusano tenía que dormir en el armario, para así controlar que nada saliera de él. Pero claro, me preguntaba inquieta yo, y ¿si en ese momento el bichin decidía poner su cara de sueño y no hacer frente al malhechor del armario?
Tras días de custodia constante por parte de mi Rottweiler (Amy), mi progenitora decidió convencerme de que el dichoso gusano tras días de hibernación y habiéndose liberado de su crisálida, era mariposa, especificándome que casi todas eran insectívoras o frugívoras, y sólo una era hematófaga. En ese momento, temí por mi madre —¿qué te pasa en la boca? Le pregunté— se había convertido en una wikimadre.