Retira la cáscara a la papa. Corta primero en rodajas delgadas y de anchura uniforme. Cada rodaja pártela después en bastones también delgados. Un error que uno comete cuando está iniciando su camino de chef autodidacta es cortar las papas muy gruesas (así solo se logra que queden crudas en el centro).

En una cacerola antiadherente pon a calentar a fuego alto una cantidad de aceite que corresponda al tamaño de la papa, debe ser suficiente pero no demasiado (si es poco aceite las papas se quedarán pegadas a la cacerola, si es demasiado quedarán grasosas y flojas). Espera a que eleve su temperatura y cuando humee agrega las papas despacio para que el aceite no brinque y te lastime.

Baja la llama a fuego medio-bajo, agrega un poco de sal, mueve las papas con ayuda de una espátula a fin de que cada una quede cubierta de aceite. Tapa. Vuelve cada tres o cuatro minutos a remover con la espátula para que vayan cociéndose y dorándose de manera uniforme (si las olvidas algunas se quemarán mientras otras permanecen crudas) Cuando empiecen a verse un poco doradas agrega un poco mas de sal.

Después de 15 o 20 minutos al fuego prueba atravesar una de las papas con un tenedor, si se desliza sin trabajo es que ya están cocidas, si su dorado te convence retíralas del fuego (no dejes que permanezcan en la cacerola tapadas o sin tapar porque pierden su característica crujiente). Coloca sobre una toalla de papel de buena calidad (si usas un papel demasiado delgado como una servilleta se humedecerá y se pegará a las papas).

Sirve calientes y disfrútalas mucho.