En primer lugar, cortamos los pimientos en tiras anchas y los freímos en una sartén con aceite de oliva virgen extra.

En otra sartén más honda, cubrimos el fondo con el aceite de freír los pimientos y empezamos a freír los ajos, sin pelar, con un corte, a fuego medio, hasta que veamos que están dorados. Es entonces cuando añadimos un puñado o dos de migas, que vamos mezclando con el aceite y removiendo con un utensilio de madera. A continuación vamos echando el agua poco a poco, ayudándonos de una espumadera para que se vayan regando bien sin parar de darles vuelta. Añadimos también sal al gusto.

Pasado un tiempo, añadiremos el resto de las migas e iremos removiéndolas hasta que veamos que están bien doradas y sueltas. Habrán cogido el color y sabor del aceite. Apartamos la sartén con las migas a un lado y cubrimos con un paño para que no se enfríen.

En la misma sartén donde freímos anteriormente los pimientos, freír la panceta que habremos cortado en tiras o en dados, como más nos guste. Y, en último lugar, los chorizos, bien enteros o en rodajas.

Se puede también freír todo primero y en el mismo orden (pimientos, panceta, chorizo) y usar parte de ese aceite para después freír los ajos y hacer las migas. Yo preferí hacerlo de esta otra manera para evitar que las migas me quedaran demasiado pringosas.

Por último, echamos todo a la sartén con las migas y lo revolvemos todo bien.