Hoy tomando el café de media mañana, me dijeron que el futuro tenía nombre propio, y que éste es: Quizá; y que lo importante es que eso, no debe paralizarnos. Mientras elegíamos el acompañamiento para que el café no fuera viudito, me contaron que en realidad, el número de posibilidades no es infinito, y se reduce, habitualmente, a tres —aunque a veces tendemos a multiplicarlas—: para no parecer los responsables únicos de nuestra elección, para no sentirnos cobardes o porque somos algo comodones, y no queremos pararnos a pensar en cómo somos realmente.
Rumiendo todo ello, llegamos a la conclusión de que existen dos posibilidades: ser como quieren que seas o ser como eres, y entrar a formar parte del grupo “me-da-igual” —de la que soy ferviente seguidora—. Y es que es bueno saber que eres parte de este grupo porque vivir de acuerdo a las propias reglas es mejor que hacerlo con las de otros. De todos modos, decirlo es demasiado fácil, lo que cuesta —un poquito más— es serlo, para ello muchas veces se necesitan grandes dosis de valentía, una buena capacidad de autoestima, quererse mucho y desear ser feliz. (Creo que son una buena base para empezar).

(Sumamos esta receta a la temática: 🇮🇹 Amor por la cocina italiana 🇮🇹).