¡Que levante la mano quién no haya tenido una noche de insomnio por algún problemilla! Y sí, lo denomino así, porque la mayor parte de las veces, no son más que incomodidades, que cuando cae la noche, se convierten en un auténtico mundo…
Te metes en la cama, lees un ratín, se te empiezan a cerrar los ojos, y notas que te viene el sueño, y piensas: “¡Qué bien! pese a esa tontería, me voy dormir pronto”. Y te crees invencible… Pero, abres medio ojo (sólo medio) y miras la oscuridad de tu cuarto, no ves nada, miras el despertador, las 01:23, y esa “chinita del zapato” acaba de adoptar el tamaño del Peñón de Gibraltar… Hay distintos tipos de Peñones, están desde las pruebas médicas (donde imaginas una muerte larga y dolorosa, entre treinta y sesenta veces) hasta los viajes (cuando te planteas cuándo te caduca el pasaporte, o te imaginas amerizando el avión en pleno Pacífico). Ahí se presentan dos opciones: o sigues dando vueltas en la cama, o te levantas y enciendes la tele, donde inevitablemente está el teletienda y sus ofertas magníficas: por 30€, te compras unos cuchillos que cortan de maravilla, y de regalo, te dan una tienda de campaña ideal para la cumbre del Everest, si eres una de las 50 primeras llamadas, se unirá una podadora, y si eres de las 10 primeras, además te regalan 40 tupers que encajan como una matrioska rusa. Y entonces, con un bostezo, te preguntas, imaginándote cual sherpa: ¿Qué Peñón?
Y vuelves tranquila a la cama.

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