Este año, 2024, está siendo muy completito, estamos ya, como aquel que dice, a mediados de marzo, y mi cuerpo aún está en la cuesta de enero —y no por los juegos del hambre, que este año no han comenzado—.
Pero es que entre unas cosas y otras, me están robando los días y ni acuse de recibo, me dan a cambio.
De todos modos, no ha sido un camino de lágrimas, ni mucho menos. En estos últimos setenta días hemos estado por la capital, por Bilbao, de parranda con la familia de León y disfrutando de los amigos locales. Y hace, aproximadamente un mes, para celebrar el cumpleaños de mi progenitora, viajamos a Guadalupe. Un pueblo precioso con uno de los monasterios más encantadores, mejor conservados y donde he percibido la mayor fe, de todos los lugares de culto que he visitado. Nos ha gustado tanto el viaje a Extremadura, que regresaremos para ver los cerezos en flor y volver a dejar un poquito de nuestro corazón por aquellas sierras. Volveremos al Parador —sí, seguimos con nuestra misión de visitar todos y cada uno de los Paradores— pero esta vez, dejaremos de lado esos pueblecitos encantadores que a pesar de esconder verdaderos tesoros, ni tienen un bar donde tomar algo, ni tienen espacio en sus calles para que un coche “grandecito” pueda salir ileso.

#ExtremaduraVolveremosPronto