En un bol batimos el huevo con el azúcar hasta cremoso.

Después añadimos la leche y el aceite y seguimos batiendo.

Añadimos el anís y el bicarbonato y batimos.

Poco a poco vamos añadiendo la harina que admita hasta que tengamos una masa compacta pero que este más blanda que dura.

Espolvoreamos con un poco de harina la encimera o la superficie donde vamos a trabajar la masa y amasamos hasta que no se nos pegue en las manos y se pueda hacer una bola con la masa. Si nos parece que es mucha cantidad podemos dividirla en dos o tres bolas de masa. Se tiene que quedar con una textura que nos recuerda un poco a la plastilina y que no se quede pegada a la superficie de trabajo.

Se deja reposar 10 minutos y se hacen las rosquillas. Más bien tirando a gorditas y pequeñas con hueco razonable en el centro, que luego crecen, y si son grandes son menos manejables.
Parte la masa bola en dos, y esa en otras dos, y en otras dos... así hasta tener 32 bolitas. Estiralas y junta los extremos.

Las freímos en abundante aceite, mejor en una sartén pequeña y de 5 en 5, y las sacamos al papel absorbente. Por mucho que lo parezca es mejor al 4.

Finalmente espolvoreamos con azúcar glass mezclado con canela.