Picamos la carne con nuestra picadora (si ya la has comprado picada te ahorras este paso).

Mezclamos toda la carne en un bol y agregamos las 10 cucharadas de salvado de avena, y los dos huevos y mezclamos bien.

Con ayuda de las manos vamos formando bolitas del tamaño que más nos gusten, las nuestras son más bien pequeñas, de bocado.

Una vez que las tenemos todas, ponemos una sartén al fuego y cubrimos con papel sulfurizado, vamos poniendo nuestras albóndigas encima y rotándolas para que se sellen bien por todas las partes posibles. No hace falta que se cocinen del todo, sólo que se sellen.

En una cazuela ponemos la salsa de tomate a hervir, nosotros hemos usado un bote de tomate al natural para que sea más ligero pero puedes usar directamente tomate frito o una salsa casera de tomate que te guste.

Y según tengamos nuestras albóndigas selladas las vamos poniendo en la cazuela para que terminen de cocinarse por dentro en la salsa.

Una vez que están todas en la cazuela y ya están cocinadas podemos hacer varias cosas, comerlas directamente lo cual es una buena opción porque están recién cocinadas o dejarlas que se enfríen y guardarlas en el frigorífico para degustar en los días siguientes o bien en el congelador para sacarlas en otra ocasión.