Ayer, día 22, fue el café semanal, teníamos que brindar por alguien que nos cuida desde arriba, desde que yo era pequeña: mi iaia y, además, porqué por mi primera vez, no pagué por la luz a la hora de hacer la comida.
El lugar: en un puertito a las afueras de la ciudad, con un atardecer que parecía recién pintado: de lo vivos que eran los colores —clavadito a una postal turística: mar azul paraíso, cielo azul claro sin la más mínima sombra de nubes, incluso se veía una vela lejana— y una compañía inmejorable.
Mi anfitriona, tras pedir silencio, levantó su Estrella y dijo: “Con los años he bajado el volumen de lo que escucho y he subido el de lo que siento. Me estremezco con una puesta de sol, con el olor de la hierba recién cortada, con el sonido de la lluvia repiqueteando contra el cristal, estando rodeada de los que quiero y me quieren. Quizá sean los años, los daños, o que comienzo a ver la vida tan bella, como realmente es”.“Por la vida” —brindamos todos.
De fondo, se escuchaba Moon River y, pensé que Holly Golightly tenía razón al cantar: “Oh, dream maker, you heart breaker. Wherever you're goin', I'm goin' yogur way” (Viejo creador de sueños, destrozador de corazones. Donde quiera que vayas, yo sigo tu camino); ya que, como decía Isabel Allende: "La gente sólo muere cuando la olvidan", y es que es en estos días cuando resuena más fuerte que nunca la máxima de que las buenas personas se marchan antes de tiempo.

#mycoffeetime