Esta semana es complicada —después de sobrevivir a la semana pasada y al puente—, esta comenzó con mal pie: Candela se puso enferma, y no sabíamos si lo superaría (en realidad aún no lo sabemos, pero ella es una luchadora, y cada día nos sorprende diciéndole al Dios de la muerte: Hoy no —GoT—).
Y para nuestro disgusto, se rompió la nevera, sin previo aviso, así de la noche a la mañana: dejó de enfriar; y el técnico tras preguntarnos a qué temperatura estaba el motor, nos mandó directamente a comprar otra. En esta ocasión, con las prisas —por la necesidad de tener una funcionado—, no hubo comparativa de mercado, miramos sólo en dos lugares distintos, porque en el segundo, fue amor a primera vista, y no pudimos seguir mirando más opciones. Nos fuimos directamente a la caja y encargamos que la trajeran lo más rápido posible.
El hecho es que llegó hoy, y como fue amor sin preaviso, sólo habíamos mirado capacidad y consumo (además del precio), y para nuestra sorpresa, la nevera tiene wifi y un montón de opciones y accesorios que ni siquiera sé qué necesitaba ni para qué sirven. Pero, a ver, ¿porqué mi súper preciosa nevera tiene wifi? Os imagináis que cuando abra la puerta, me diga una voz: “Cierra la puerta, que comiste mucho carbohidrato y no puedes comer nada más hasta mañana”. O que me mande un mensaje al móvil, pidiéndome más fruta y productos frescos… Creo que me da miedo el monstruo que vive ahora con nosotros. Pero que guapa que es.

—SEMANA19—
#DelantalCookpad2025