Derretimos la margarina de la masa y la mezclamos junto a los huevos batidos, la leche y la sal.

En un recipiente, mezclamos las harinas, junto con la levadura y el orégano.

Creamos un volcán con las harinas y vertemos en el centro, la mezcla de los huevos. Removemos hasta que quede todo unido.

Con papel film, envolvemos la masa y la guardamos en el frigorífico mientras hacemos la salsa carbonara.

Picamos la cebolla en trocitos chiquititos y en un sartén, con un poco de aceite de girasol, dejamos que se dore la cebolla sin que se llegue a pegar. Una vez dorada, añadimos los champiñones laminados, para que se doren también.

Agregamos un poco de sal y la nata. Vamos removiendo, mientras que echamos un poco de pimienta negra. Cuando veamos que no está del todo líquida, retiramos del fuego.

Sacamos la masa del frigorífico. Ponemos la masa encima de papel film y sobre la masa, colocamos otro trozo de papel film para poder amasar la masa sin que se pegue al rodillo. Con ayuda de un rodillo, amasamos hasta dejar la masa muy fina.

Precalentamos el horno a 180 ºC.

Con un cuchillo recortamos un trozo de masa en forma circular y lo ponemos en un recipiente apto para hornos. La masa no tiene que quedar a ras del fondo, si no que se puede dejar una parte sobrante para hacer pliegues. Cuando ya hemos colocado la masa, sólo hay que agregar la carbonara con los champiñones y esparcir por la masa.

Encima, agregamos el queso para gratinar.

Llevamos el tartar al horno durante 30 minutos, controlando que no se quema y el queso de arriba no queda demasiado oscuro ni crujiente, aunque eso depende de los gustos.