Lo primero es marinar las costillas. Para ello mezclamos la sal gorda, las especias y las finas hierbas con el aceite de oliva, el zumo de limón y el vino blanco. La proporción de especias y hierbas es según nuestro gusto, con media cucharadita de cada estarían perfectas. Una vez estén bien mezclados los ingredientes las pintamos hasta embadurnarlas bien por ambas caras y las dejamos macerar de un día para otro. Así cogerán todo el aliño.

El truco para que nos queden muy muy jugosas y se desprendan bien del hueso es hornearlas a baja temperatura durante más tiempo, lentamente. El resultado merece la pena, ya veréis. Lo ideal es hornearlas hora y media a 170 grados con calor arriba y abajo. El resultado os cautivará, buen provecho.