Esta semana llegué muy temprano al lugar de encuentro. Estos días son así, cuando hay muchas más horas de sol que de noche, realmente parece que los días son más largos y, que la duración del tiempo, aunque es invariable, se alarga.
Decidí esperar en la terraza y ya con algo frío en las manos. Cuando, de repente, por la calle —de un único sentido— veo aparecer un coche rojo descapotable. Sin querer, aprieto la cazadora vaquera contra mí, no es que haga frío, pero si mi moto está bien donde está (en su plaza de garaje) deduzco que sus equivalentes deberían tener la misma suerte.
Aparcan detrás de mi coche, y veo, con orgullo, que lo admiran. El conductor, con una sonrisa, elige la mesa más próxima a la mía. Él se le ve relajado, su acompañante, viste morros. Mientras se sientan, siguen hablando: “Con tanta parada no llegaremos nunca”—protesta ella—.“Preciosa, vale más llegar tarde en este mundo que temprano al otro” —le replica él, tras pedirle al camarero lo mismo que yo sostengo en una mano—. “¡Que trágico te pones!”—continua ella—. “Me tomo la carretera con calma hasta que me confirmen que lo del domingo de resurrección es cierto”.
Ella intenta no sonreír. Yo ni intento, sólo alzo mi copa en señal de conformidad.
Justo un minuto después, llegan alborotando, como siempre, los míos.

(Sumamos esta receta al reto: Salmorejo vs Gazpacho, los dos platos icónicos de la gastronomía española).

#SalmorejoVsGazpacho
##mycoffeetime