Picamos la cebolla finamente, y rallamos el calabacín al gusto (yo lo rallo en 2 tamaños diferentes, mitad rallado fino y el resto más grueso, porque me gusta notar la textura del calabacín)

Ponemos en una sartén mediana un poco de aceite de oliva a calentar a fuego medio-alto, y añadimos la cebolla y el calabacín. Rehogamos durante 5-6 minutos. Añadimos un poco de sal, pimienta y nuez moscada.

Cuando adquiera la consistencia deseada (espesa, pero no excesivamente) retiramos del fuego y lo ponemos en un recipiente plano para que se enfríe en el frigorífico.

Cuando la masa esté fría, preparamos un plato con huevo y otro con pan rallado. Vamos cortando trozos de masa, le damos forma, pasamos por el huevo y luego por pan rallado.

Para terminar, freímos las croquetas en una sartén con abundante aceite (el aceite debe estar bien caliente para que se doren rápido por fuera, evitando así que se rompan o se peguen). Las vamos colocando en un plato con papel absorbente, para eliminar el exceso de aceite... Pasamos a un plato limpio y... a disfrutar!