En una cazuela baja con tapadera, ponemos los cuatro pimientos, los tres dientes de ajos sin la piel y un poco de sal gruesa.

A continuación, le añadimos el medio vaso de aceite, la ponemos en el fuego pequeño y con el fuego al mínimo.

A continuación, tapamos la cazuela y dejamos confitar durante treinta minutos.

Pasados los treinta minutos, destapamos la cazuela.

A continuación, le damos la vuelta y los dejamos confitar durante doce minutos con la cazuela destapada.

Pasados los doce minutos, retiramos los pimientos y los tres dientes de ajos.

Cerramos con la tapadera para que suden y nos sea más fácil quitarles la piel una vez templados. Estos son unos pimientos muy gruesos y con una piel muy muy fina y si no los dejamos sudar, sería casi imposible quitarles la piel.

Una vez templados por completo, los vamos poniendo en la tabla de cortar y con una cucharilla, le vamos quitando la piel y las semillas.

Con mucho cuidado, le vamos quitando la piel.

Una vez quitado la piel y las semillas, los ponemos en tiras largas en un plato grande.

A continuación, pelamos la cebolla, la cortamos por la mitad y a continuación, laminamos lo más fina posible y se la añadimos por encima a los pimientos.

A continuación, ponemos en la tabla de cortar, la cucharada sopera de perejil fresco picado, los tres dientes de ajos y lo picamos todo junto con un cuchillo muy afiliado hasta hacer una especie pasta y la ponemos en un cuenco.

Seguidamente, le añadimos los jugos de los pimientos confitados que nos quedó en el recipiente, el zumo del medio limón, la cucharilla de vinagre de Jerez y una pizca de sal gruesa.

A continuación, mezclamos con una cuchara hasta que se diluya todo.

Por último, se lo añadimos por encima de las cebollas y los pimientos y le añadimos unas gotas de salsa thai y listo.