Focaccia Dulce

Desmenuzamos la levadura y la ponemos en un bol grande. Agregamos el agua templada y mezclamos bien hasta que la levadura se disuelva.

Añadimos la sal y el aceite y removemos.

Añadimos la harina tamizada a través de un colador y removemos bien hasta que no queden partículas de harina seca.

Primero una parte (siempre la opuesta a nuestro cuerpo) hacia nosotros. Giramos el bol 180º, nos mojamos de nuevo las manos y de nuevo doblamos la parte opuesta hacia nosotros.

Un giro de 90º al bol, manos mojadas y nueva doblez de masa hacia nosotros. Giro de 180º, nos mojamos las manos y masa doblada hacia nosotros.

Nos mojamos de nuevo las manos y cogiendo la masa por debajo, le damos la vuelta. Es decir, la parte de abajo pasa a ser ahora la de arriba.

Hacemos de nuevo estos pasos (del nº 6 al nº 10), dos veces más. En total son tres veces.

Finalizado el “no-amasado”, guardamos el bol en la nevera por un mínimo de 12 horas o un máximo de 72. Cuidado. Sube que da gusto.

Pasado el tiempo de levado en la nevera, cubrimos una bandeja apta para horno con papel vegetal y lo rociamos bien con aceite.

Untamos bien toda la superficie del papel ayudándonos de un pincel. Reservamos.

En un bol pequeño o vaso preparamos la emulsión de aceite y agua con la que cubriremos nuestra focaccia. Para ello pondremos 3 cucharadas de aceite y dos de agua y batiremos bien hasta emulsionar.

Sacamos nuestra masa de la nevera y la vertemos directamente sobre la bandeja. Nos untamos bien las manos con aceite y la acomodamos sin apretar demasiado.

Agregamos por encima la emulsión, la repartimos por toda la superficie de la focaccia y azúcar por encima.

Retiramos, dejamos templar encima de una rejilla y disfrutadla. Se corta a las mil maravillas con unas tijeras.