Comenzamos mezclando todos los ingredientes secos en un recipiente con ayuda de una cuchara. Mezclamos bien y vamos añadiendo el agua poco a poco. Dependiendo de la marca de harina que usemos va a necesitar una cantidad determinada de agua así que tendremos que ver cuánto necesita nuestra masa.

Recuperamos la masa, espolvoreamos un poco de harina sobre nuestra mesa o encimera y amasamos. Tenemos que amasar muy bien ya que de esto dependerá el resultado de nuestro pan. Amasamos durante unos 15 minutos.

En el mismo recipiente de antes introducimos la masa y la tapamos con un paño de cocina. La dejamos reposar unas dos horas.

Ahora que nuestra masa a doblado el tamaño, la sacamos del bol y la amasamos. Para ello debemos hacer una bola y estirar los bordes para llevarlos hasta el centro de la masa. Debemos estirarla bien para que nos quede una miga esponjosa.

En una olla ponemos un paño de cocina y espolvoreamos harina sin miedo para que no se pegue la masa. Colocamos la masa con el lado más feo para arriba (aquel en el que se noten los bordes que hemos estirado). Tapamos con un paño y dejamos reposar una hora más.

Sacamos la masa con cuidado y la colocamos sobre un papel vegetal en la bandeja del horno (que tendremos precalentado a unos 220°C). Le hacemos unos cortes en la parte superior y lo introducimos durante más o menos 40 minutos. Debemos meter también un recipiente apto para horno con un vaso de agua para cree un ambiente húmedo en el horno. Depende del horno así que estaremos atentos de cuando dore el pan y de dejarlo a nuestro gusto también.

Una vez listo lo dejamos reposar sobre la rejilla del horno. ¡Y listo! Merece la pena la espera.