Croquetas de níscalos al vino blanco

Comenzamos lavando los níscalos para quitarles la tierra. Debemos ser minuciosos para que no queden restos de arena pero sin abusar del agua ya que son bastante delicados.

En un chorrito de aceite salteamos los níscalos con una pizca de sal.

Cuando estén blanditos y su tamaño haya disminuido, añadimos un buen chorro de vino blanco y dejamos que el alcohol se evapore.

Añadimos perejil fresco bien cortadito por encima, removemos y reservamos.

Comenzamos con la bechamel. Para ello vertemos los 80 ml de aceite de oliva en la sartén y freímos la cebolla que tendremos picada bien pequeña.

Cuando la cebolla esté blanda, vamos añadiendo poco a poco los 80 g de harina, removiendo sin parar con ayuda de unas varillas.

Cuando tengamos toda la harina incorporada, cocinamos un par de minutos para que se haga bien sin dejar de remover.

Poco a poco, echamos el medio de litro de leche caliente. Echarla caliente es un pequeño truco para que no salgan grumos. Seguimos removiendo sin parar. Añadimos pimienta negra y nuez moscada al gusto.

Cuando nuestra masa se separe de los bordes de la sartén al removerla significa que está lista.

Pasado este tiempo, recuperamos la masa. Con ayuda de una cuchara vamos cogiendo porciones iguales y les vamos dando forma con las manos. Os consejo poneros un poquito de aceite de oliva para que la masa no se os pege a las manos.

Las freímos en abundante aceite y las degustamos bien calentitas. ¡Y listo! ¡A DISFRUTAR DE ÉSTA MARAVILLA!