Es fácil llegar al cielo —aunque así, a bote pronto, no me creáis—. El camino no es ningún secreto, y está lleno de señales e indicaciones. Además, los semáforos siempre están en verde! Sólo hay que abrir bien los ojos para no saltarse la entrada.
Cada vez que vemos un rayito de sol entrando por la ventana, cada vez que disfrutamos del aroma de una flor, cada vez que la brisa roza nuestra cara y nos revuelve el pelo, se abre una puerta hacia el cielo.
Si se es capaz de apreciar la risa de un niño, mirar a los ojos de un desconocido y sentirle cercano, valorar un buen abrazo, sentirse agradecido por las cosas del día a día, es que ya se ha llegado.
El cielo está aquí, en la Tierra. De nosotros depende buscarnos un apartamento bien céntrico en la zona e instalarnos en él. Los que llegan nunca quieren marcharse…..

Nota: Poned atención, que los miopes lo tenemos un poco más difícil.

#LoCocinoNoLoCompro