Lo primero que haremos será pelar bien las gambas sin olvidarnos de sacarle el intestino, y enjuagar (también podéis comprarlas congelas peladas, aunque ya no sería igual).

Aplastaremos las gambas y las dejaremos lo más fina posible, cada cual tendrá su pequeño truco, en mi caso utilizo una espátula plana, da igual que quede completamente deforme, luego podemos ayudarnos de una cuchara para repartir la gamba sobre el plato, intentando dejar una capa fina que cubra toda la superficie tal y como aparece en la foto

Añadimos por encima un chorrito de limón exprimido, trataremos de que entre en contacto con la gamba, también pizca de sal por encima.

Metemos en la nevera una media hora, durante ese tiempo, el ácido del limón se encargará de "cocinar" la gamba.

Pasado ese tiempo, sacamos de la nevera, ponemos unas gotas de aceite de oliva virgen extra, cortamos unas láminas de queso parmesano y repartimos también por encima, una pizca de cebollino y ya estaría listo para servir