Garbanzos salteados con morcilla y huevo frito

Esta tarde quedé con mi madre y mi hermana para el café semanal. Cosa rara para nosotras, el quedar un lunes, pero como sabemos que será una semana complicada, hemos preferido empezarla de manera simplificada.
La cita, esta semana, fue sólo para nosotras tres, sin más espectadores, sin más oyentes, sin otras opiniones, sólo nosotras.
El sitio elegido: uno de los clásicos a las afueras de la ciudad, con sillas cómodas, café bien caliente, ambiente agradable y buena música.
Al llegar —la última, como es habitual— ya chispeaba, mi madre sonriéndome, me dijo una de sus grandes verdades: “Todas las tormentas comienzan sólo con una gota”. “Amén” —respondimos mi hermana y yo, al unísono—. Charlamos de esas naderías que liberan el alma y hacen reír. La verdad sea dicha, nos encanta reír… y además, tenemos mucha facilidad para ello. Doy fe de que la risa es muy contagiosa (no estaría mal que estuviera subvencionada, así todos nos esforzaríamos en ello) y, además lo solemos hacer a carcajadas, que quizá sea —a veces— improcedente, pero siempre ilumina el momento y el lugar.

(Sumamos esta receta a la Semana de la Dieta Mediterránea, para conmemorar que el 13 de noviembre es el Día Mundial de la Dieta Mediterránea desde que en 2010 la UNESCO reconociera a la Dieta Mediterránea como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Siendo para el lunes: legumbres).

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