Primero vamos a preparar la crema para que vaya cogiendo consistencia en la nevera. En un recipiente grande mezclamos, mejor con batidora de varillas, el queso mascarpone, el yogur griego, el queso cremoso, el azúcar, la esencia de vainilla, la miel y el dulce de leche.batimos hasta que quede homogéneo y guardamos en la nevera.

Vamos con el bizcocho!: Separamos la claras de las yemas, batimos las claras con una pizca de sal a punto de nieve. Yo uso una cucharadita de cremor tártaro para no bajen luego las claras y aporten más aire al bizcocho, aunque no es necesario si no tenéis. Una vez montadas, reservamos.

Por otro lado, trituramos las remolachas con la naranja (sin piel). En un bowl batimos las yemas, el azúcar y la esencia de vainilla, añadimos en forma de hilo el aceite y mezclamos, añadimos la mezcla de las remolachas y la naranja trituradas y batimos hasta que quede homogéneo. Tamizamos las harinas, con la canela y la levadura y lo añadimos en dos tandas a nuestra mezcla anterior, batiendo a velocidad baja hasta quede integrado.

Por último añadimos en dos veces las claras montadas a la masa, mezclando con movimientos envolventes, mejor con una lengua de silicona, hasta que esté totalmente integrado. Disponemos la mezcla en un recipiente apto para el horno, forrado con papel de vegetal, en mi caso un molde rectangular de 30x24cm(también puede ser en un molde redondo de 23cm de diámetro). Introducimos en el horno precalentado a 180° y horneamos unos 30-35 minutos hasta que el palillo salga limpio.

Cuando esté hecho, dejamos enfriar en rejilla. Una vez frío, en mi caso lo he cortado en porciones, colocando una buena cantidad de crema por encima y decorando con un poco de canela y unos frutos rojos. Y con un café, es un postre perfecto para cualquier momento.

Cómo otras veces, si no tenéis tantas harinas diferentes, se puede hacer solo con harina de trigo, o añadiendo copos de avena molidos, llegando a la cantidad de 350 g de harina. El bizcocho no está muy dulce, pero con la crema aumenta el dulzor. Si lo vais a tomar solo, aumentad hasta 200 g de azúcar, dependiendo de lo golosos que seáis. Y en el frosting, sin el dulce de leche ya está impresionante, pero reconozco que le aporta un gusto delicioso.

Respecto al cremor tártaro, es un polvo que aporta estabilidad, con lo que ayuda a mantener las claras bien montadas, muy útil para aquellos postres o recetas que necesitan las claras bien montadas, como por ejemplo el Pastel de queso Japonés. Se puede adquirir en tiendas especializadas de repostería o por internet. No es imprescindible pero ayuda a que nuestras tartas queden más perfectas.

Y como última puntualización, en cuanto al molde, depende del momento, o como os guste más, si queréis un bizcocho más alto, en un molde de 20 cm quedará bien gordote. Cuanto más alto sea el molde quizá necesite más tiempo de horneado, a una temperatura algo más baja. Para esta receta, si usamos un molde de 20 cm de diámetro, en mi horno necesitaría casi 50 minutos a unos 165-170°. Ya depende de cada horno.