Hoy fue un día de colas, y como es de esperar, en esos momentos me gusta mirar y escuchar a los que me rodean. Delante de mí, había un abuelo y su nieto —está claro que han comenzado las vacaciones escolares navideñas—; el crío le preguntaba a su abuelo (que parecía más un exespía ruso que un usuario del imserso) si su televisión era inteligente; el espía tras meditarlo y negar con la cabeza, le dijo que no lo creía, pero que tenía un microondas que parecía bastante listo. No pude evitar sonreír tras mi mascarilla.
La cola apenas avanzaba pero la curiosidad del niño de delante (o el aburrimiento) no le permitía estar quieto, así que siguió disparándole preguntas a su abuelo. La siguiente fue: “¿Qué es mejor: un mono o un pingüino?”.”Un pingüino”. Contestó el progenitor sin dudarlo, tras lo cual vino la consabida pregunta: “¿Por qué?”.”Un pingüino es mejor porque es un término específico, mientras que mono no lo es. Si decimos mono, distintas personas se harán una idea diferente: algunos verán un tití, mientras que otros imaginarán un macaco. En cambio, si decimos pingüino, todos tendrán la misma imagen mental. Las palabras son muy importantes. La mayoría de la gente no lo sabe”.
Mientras yo afirmaba con la cabeza dándole la razón, me dije que todas las preguntas son buenas, sólo hace falta dar la respuesta correcta y seguir buscando la grieta.

(Sumamos esta receta a la temática: Cocina con tu número de la suerte: 7).
#MiNumerodelaSuerte