La vida está para vivirla. Qué sencillo, qué verdad y qué obviedad, podéis pensar. Pero no. No lo es.
Vivir no significa que te lata el corazón y respirar… Sí, efectivamente, eso es estar vivo, existir, pero no vivir la vida. La vida está para aprovecharla y sacarle todo el partido que se pueda. La vida no está para verla pasar como un mero espectador sin participar, hay que jugar la partida que te ofrece de forma activa, con ganas, con ímpetu, con fuerza, y sobretodo … ¡con alegría! La vida es luchar. La vida es sufrir. La vida es disfrutar. La vida es levantarse cada día y decir “puedo con el día de hoy, me pase lo que me pase”… La vida es alegría. Y como tienes sólo una vida, tienes la obligación de ser feliz o por lo menos de vivirla alegremente. (Si no eres feliz viviendo la vida que tienes, es muy complicado que puedas hacer feliz a los de alrededor. Y la vida no eres solo tú, la vida también son los que están a tu lado y a los que tienes la obligación de hacer felices…).
Tenemos que ser protagonista de nuestra vida. Así que propongo que pongamos la rodilla en el suelo, con los brazos abiertos, sin escondernos y recibamos las cosas a porta gayola, preparados con el capote.

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